viernes, 1 de octubre de 2010

Benjamin Franklin - Anécdota





El silbato



Cuando Benjamin Franklin era jóven, cometió un error del que se acordaría durante toda su vida.

Se enamoró locamente de un silbato en su tienda local

Tal era su obstinación que cuando por fín llenó su hucha, le faltó tiempo para romperla e ir a la tienda. Acumuló todas las monedas encima del mostrador y pidió el silbato, sin preguntar siquiera cuanto valía.

Luego volvió por el camino, tocando alegremente el silbato por todo el camino y luego dentro de la casa. Estaba loco de alegría, hasta que su madre y sus hermanos le preguntaron cuanto le había costado el silbato y al oír la inverosímil respuesta, se echaron a reir a carcajada limpia, cuando se enteraron que había pagado por el cuatro veces más de lo que valía.

El silabo al instante perdió todo atractivo para él.

Franklin extrajo de este incidente una enseñanza que aplicó muchas veces en etapas posteriores de su vida. Cuando veía a un hombre que desatendía sus negocios o a su familia por ganar un puesto político, o sabías de un avaro que rompía lazos de amistad en su empeño de afianzar su fortuna, observaba: "Paga un precio muy alto por un silbato"


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